Iván M. Prado Rodríguez
Las plantas aromáticas.
El alma del jardín lo dan sus plantas: su color, sus formas y sobre todo su aroma constituyen un mundo de sensaciones del cual es difícil escapar. El aroma te transporta a tiempos remotos, te aporta tranquilidad y te aísla de la realidad por algunos segundos. Hay plantas con olores para todos los gustos: penetrantes, suaves, afrutados, frescos o intensos.
El aroma generalmente procede de las flores, lo cual está relacionado con la polinización; los insectos son los principales polinizadores, y uno de los elementos que los atrae es el perfume de las flores. Hay flores que exhalan perfume durante el día y otras cuya flores llenan de fragancia las noches. Cuando hay cerca plantas olorosas, es fácil ver mariposas revoloteando entre ellas, de forma que el color y la vida aumenta en nuestro jardín.
Las flores más olorosas rara vez tienen colores fuertes, la mayor parte son blancas o amarillas, como el jazmín, la gardenia o el azahar. Aunque el rosado, en todas sus gamas, así como, el purpura, el lila, el violeta y el malva también suelen asociarse a flores de agradable perfume como la rosa, la peonía, la lavanda o la glicinia, entre otras muchas especies.
Las plantas también tienen aroma en las hojas, e incluso, algunas en las raíces, como es el caso del la raíz del lirio de Florencia. Entre las plantas de hojas aromáticas más conocidas están las culinarias, como la albahaca, el orégano, la menta, la hierba Luisa o el tomillo, que además de olor aportan sabor a nuestros platos e infusiones.
A la hora de realizar el diseño de un jardín, una buena elección de plantas nos ayudará a poder disfrutar de un jardín fragante durante todo el año. Su ubicación en el jardín no es complicada, aunque habremos de buscarles lugares apropiados para poder disfrutar mejor de ellas, como cerca de una ventana, en la entrada del jardín, en una zona de paso, o a los lados de un sendero.
Se conocen una gran variedad de plantas aromáticas, de portes y formas muy variadas. Raro es no encontrar una que se ajuste a lo que estamos buscando. Existen: árboles, como el eucalipto o el magnolia; arbustos, como el rosal o el meceron; plantas herbáceas, como la peonia o el narciso; trepadoras, como el falso jazmín o la madreselva; y especies tapizantes, como el tomillo y la menta, que se ajustarán a nuestras necesidades, de forma que podemos crear macizos, bordes de setos bajos, praderas olorosas o zonas de sombra de agradable fragancia.
Si disponemos de una terraza hay especies que crecen bien en tiestos como puede ser el pelargonium que emana un perfume afrutado, el rosal trepador o la gardenia. Las especies fragantes no requieren más cuidados que otras plantas, ni un mantenimiento específico; lo más importante es cultivarlas en condiciones similares al hábitat natural para poder asegurarles un buen vigor y un perfecto desarrollo.
Este tipo de plantas no suele tener un problema serio frente a las plagas y enfermedades ya que muchas de ellas actúan, gracias al olor que desprenden, como ahuyentadores de gran número de insectos.
Los cuidados básicos se limitan al riego después de la plantación y en épocas de sequía, abono una vez al mes para las flores y a la eliminación de hojas e inflorescencias marchitas en todas las especies.