Iván M. Prado Rodríguez
El jardín inglés
Si algo destaca en los jardines de estilo inglés, con frecuencia también denominado “paisajista”, son su aparente naturalidad y su abundante colorido. Este tipo de jardines están diseñados de modo que inviten a entrar y perderse por sus rincones. De hecho, su integración con el paisaje circundante es con frecuencia tan bien cuidada que puede resultar difícil discernir si se está viendo un jardín o si la naturaleza, por sí sola, se ha apropiado del espacio y lo ha colonizado de la forma más bella posible.
El jardín de tipo inglés tiene sus orígenes en la Inglaterra de principios del siglo XVIII en oposición al estilo imperante en la época: el jardín francés, cuyo estilo formal se caracteriza por el orden y una patente organización geométrica del espacio verde. Los jardines del Palacio de Versalles, creados en el siglo XVII, constituyen uno de los mejores exponentes de este estilo.
A pesar de que en la actualidad nos pudiera parecer lo contrario, el estilo inglés supuso una gran transformación en la jardinería de la época. De hecho, este tipo de jardín se alejaba considerablemente de la opinión imperante en aquella época según la cual el jardín debería ser un espacio verde geométrico y organizado. Por el contrario, el estilo inglés responde a un intento de naturalizar al máximo el espacio, hasta dar la impresión de que la mano del hombre apenas ha intervenido en su creación. Por supuesto, se trata de pura apariencia, ya que este aspecto aparentemente silvestre y natural es en realidad el producto de un diseño específicamente pensado y muy organizado, que rara vez deja algo al azar.
A la hora de hablar del estilo inglés, es importante recordar la época en la que nace. Las grandes expediciones en las que tomaban parte importantes naturalistas estaban en pleno auge en esos años, como parte de un interés cada vez mayor acerca de la naturaleza y la botánica. De este modo, la función principal del jardín no sería diferenciarse de la naturaleza, como se hacía hasta entonces, sino dotarse de un carácter silvestre que cree la ilusión de que la vegetación circundante lo ha invadido hasta hacerlo parte de sí misma. Como resultado de esta forma de entender el espacio verde, las formas geométricas tan apreciadas y utilizadas desde la antigüedad, no sólo carecen de importancia sino que representan aquello que se pretende evitar.
La idea principal de los jardines de estilo inglés se basa en evitar que se convierta en un espacio cerrado y aislado del entorno circundante. Por el contrario, se busca expresamente diluir la frontera entre ambos espacios y convertir de ese modo al jardín en parte integrante del paisaje que lo rodea. Para conseguir este efecto se intenta recrear la naturaleza en su estado original, evitando las líneas rectas y buscando lo imperfecto, lo irregular y espontáneo. Se conservan y se explotan los accidentes del terreno, o se crean allí donde no existen mediante la formación de pequeñas colinas, caminos sinuosos que dan a lugares escondidos, o caminos que se bifurcan. A su vez, se intentan introducir contrastes y colores, luces y sombras.
La imitación del entorno no sólo tiene una pretensión meramente estética o decorativa, sino que también responde a un criterio utilitario y romántico. Los paseos, la práctica de ejercicio, o el simple hecho de disfrutar de un lugar relajado a la sombra de un buen árbol, son aspectos claves que influyen en la lógica de este tipo de diseño.
La vegetación aparentemente natural es el factor más importante de estos jardines, por encima incluso de las construcciones existentes. En muchos casos, este tipo de jardines funcionaban en la práctica como los primeros jardines botánicos y zonas de aclimatación de especies exóticas, lo que fomentó y permitió financiar la realización de importantes expediciones botánicas. Toda familia noble o acomodada deseaba poseer la mayor variedad de especies posibles y, a poder ser, cuanto más raras mejor.
El agua es un elemento fundamental de este tipo de diseños, y en este sentido no es diferente de lo que sucede con otros estilos. Pero se trata en este caso de acercarla lo más posible a algo natural, para lo que se construyen lagos artificiales, riachuelos sinuosos, manantiales o pequeñas cascadas que aparecen dentro de grutas escondidas, o que están perfectamente naturalizadas en el espacio.
La arquitectura presente en estos jardines es singular y romántica. Es habitual encontrar en medio del paisaje pequeñas estructuras como puentes, ruinas, pabellones de baile o de recreo, templos clásicos que invitan a entrar y disfrutar del paisaje.
Existen en la actualidad buenos exponentes de este tipo de jardín en el Reino Unido, como son el Jardín inglés de Prior Park en Bath o el Stourhead en Warminster, pero también en Alemania como el Englischer Garten en Múnich, o en España como los jardines del Buen Retiro o el jardín de El Capricho en Madrid, entre otros muchos.
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