Iván M. Prado Rodríguez
Construir nuestra propia rocalla.
Las rocallas son jardines versátiles y fáciles de mantener, perfectos para esquinas difíciles, taludes complicados, pequeños espacios descuidados o cualquier otro lugar del jardín. Su tamaño y composición dependerá del espacio que tengamos, de los materiales con los que contemos, y del estilo que le queramos dar.
Mucha gente da por supuesto que las condiciones que tiene en su jardín no son las más adecuadas para tener un jardín de rocas, bien porque tienen un terreno llano y sin volumen, bien porque apenas tienen profundidad de suelo. Por suerte este tipo de condicionantes no suelen ser un problema si uno sueña con tener su propia rocalla. Si el terreno es llano se pueden crear volúmenes aportando tierra. Con ello y con la utilización de rocas naturales de diferentes tamaños podemos conseguir el espacio perfecto para crear una rocalla. Si, en cambio, el problema radica en el hecho de tener suelos poco profundos, se puede intentar encontrar la afloración de rocas. Y si esto ocurriera, estaríamos ante el lugar perfecto para construir una rocalla. En estos caso el modo de proceder es muy sencillo, pues sólo habría que descubrir las rocas y recubrir con mantillo de buena calidad las fisuras que hay entre ellas, para luego ubicar las plantas que mejor se adapten a los huecos.
En cualquier caso, la creación de una rocalla es una tarea sencilla y entretenida, en la que la habilidad y la paciencia son dos grandes aliados, pues es importante distribuir con cuidado el espacio que hayamos elegido, para que se puedan colocar las piedras en estratos horizontales. Debemos preparar cimientos estables. Si vemos que el terreno es poco poroso, podemos realizar aportes de arena gruesa, con lo que facilitaremos el drenaje de todo el conjunto. Por último, realizaremos la plantación. En el mercado podemos encontrar una gran cantidad de especies aptas para este tipo de espacios, desde gramíneas decorativas, coníferas enanas, pequeños arbustos, plantas perennes herbáceas, bulbos, e incluso plantas de temporada.
El mantillo que utilicemos para la plantación debe de cumplir dos requisitos muy importantes: que la capa que aportemos sea fina y que no pierda humedad demasiado deprisa. Para conseguir esto último realizaremos una mezcla que contenga tierra buena de jardín, a la que le añadiremos arena, turba y algún fertilizante orgánico, como puede ser el humus de lombriz. Una vez que tengamos las piedras colocadas, y preparado el terreno del cultivo, ubicaremos las plantas que hayamos elegido. Para ello dejaremos un espacio entre cada una de ellas de unos 15 a 20 centímetros. Antes de empezar a plantar debemos humedecer bien los cepellones de las plantas al sacarlos de los tiestos. Para terminar la tarea, regaremos y echaremos una capa de gravilla gruesa (granulometría 6/20), corteza de pino, o un elemento similar para conservar un poco más la humedad y limitar la proliferación de malas hierbas.
El mantenimiento de una rocalla es sencillo y muy llevadero. Durante los primeros años habrá que eliminar con mucho cuidado las malas hierbas que se creen en los huecos entre las plantas, para ello utilizaremos un escardador o alguna herramienta similar. En el caso de que tengamos una sequía prolongada, es importante regar regularmente las plantas jóvenes. El mejor sistema de riego sería mediante la instalación de un sistema de riego por goteo, regulando así la cantidad de agua necesaria que le queremos aportar. A medida que pase el tiempo, las especies irán desarrollándose y ocuparan el espacio entre las dándole mayor naturalidad al conjunto.
Una vez que el jardín de roca coja forma, se deben empezar a realizar las podas de mantenimiento para que las plantas mantengan una forma armoniosa y un desarrollo adecuado. Se ha de tener especial cuidado con las plantas más vigorosas, impidiendo que un crecimiento excesivo de estas perjudique a las de tamaño más reducido
Si no nos descuidamos y seguimos los pasos y cuidados necesarios, podremos disfrutar de una rocalla que nos proporcionará un toque de color y naturalidad en el jardín.