Resolución DOG Xoves, 18 de xuño de 2020
Iván M. Prado Rodríguez
La plaga de las palmeras
Las palmeras son plantas que no dejan a nadie indiferente. Podrás odiarlas o adorarlas, pero sin duda no podrás evitar fijarte en ellas. Su porte alargado destaca con fuerza allá donde estén situadas. Lo habitual es encontrarlas en las zonas de turismo veraniego, donde el calor y el mar son los grandes protagonistas. Pero por desgracia, desde los años 90 estas bellas plantas se han convertido en la comida preferida de un insecto conocido como el picudo rojo, una plaga voraz y de rápida infestación que tiene en vilo a los amantes de las palmeras.
El picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) es un coleóptero originario de Asia tropical. Su tamaño, entre los dos y cinco centímetros, y su color rojo óxido lo hacen inconfundible en su fase adulta. La dificultad de descubrir su presencia se explica por su ciclo biológico. Desde que la planta es atacada hasta que se detectan los síntomas puede pasar algo más de un año. Un período de tiempo demasiado largo que puede afectar seriamente a la supervivencia de las plantas infectadas.
El ciclo biológico se inicia tras la fecundación de la hembra adulta del picudo rojo. Esta es capaz de depositar entre 300 y 500 huevos de forma aislada, en los huecos o heridas de la planta, o en los orificios que ellas mismas han creado en la búsqueda de alimento. La puesta se produce en los tallos terminales de la planta y en el tejido blando de las bases de las hojas. Las larvas recién nacidas presentan unas poderosas mandíbulas con las que son capaces de excavar galerías desde las hojas hasta la corona, en cuyo interior se alimentan a una velocidad vertiginosa. Una vez acabada su fase larvaria construyen un capullo con fibras extraídas de las galerías de la palmera y al cabo de 2 semanas o un mes aparece el insecto adulto, el cual permanecerá en la planta atacada si todavía dispone de material vegetal para alimentarse. Los adultos del picudo rojo se pueden desplazar caminando o volando, lo que les permite recorrer grandes distancias, algo habitual cuando el material vegetal de la palmera atacada ha llegado a su fin. Cuando esto ocurre, hambrientos y atraídos por los olores que desprenden las palmeras con heridas, los ejemplares adultos colonizan otras palmeras no infestadas, empezando en ellas un nuevo ciclo biológico.
La presencia de esta plaga en España data de 1993, y fue Almuñécar el primer lugar donde se localizó. En 2005 la plaga se detectó en el palmeral de Elche, considerado el más grande palmeral de Europa. Actualmente, el picudo rojo es una plaga presente en las áreas más cercanas a la costa de los países del Sur de Europa. Esta proliferación de la plaga se vio beneficiada por un aumento en la demanda de palmeras para urbanizar calles, parques y zonas de nuevas de construcción o de remodelación, lo que facilitó su amplia distribución.
Entre las distintas especies de palmeras en la que se puede localizar esta plaga, destacan: el cocotero (Cocos nucifera), la palmera Canaria (Phoenix canariensis), la palmera datilera (Phoenix dactylifera) y el palmito (Chamaerops humilis), entre otras muchas.
Detectar su presencia con mayor o menor prontitud depende de factores tan variables como, por ejemplo, el lugar en donde se ha iniciado la infestación, el grado del ataque o el porte de ejemplar, entre otros. Si la entrada es por la corona, cercana al punto vegetativo, al tratarse de plantas que no ramifican, las palmeras son más vulnerables, los síntomas se manifiestan antes y enseguida suponen un daño considerable y no recuperable. Si la entrada se produce a través de las heridas, en distintas zonas del tronco, el daño es menos grave y podría controlarse si se detecta a tiempo.
Entre los síntomas más característicos que debemos buscar para averiguar si una palmera esa infestada se incluyen: el decaimiento de las hojas, el debilitamiento de la yema principal de la palmera, un olor desagradable como consecuencia de la pudrición de los tejidos internos, la presencia de galerías excavadas en el punto de inserción de las hojas, así como la presencia de pupas o ejemplares adultos, la existencia de orificios de salida, o la exudación viscosa de color rojizo y restos de fibra.
El peor daño que puede ocasionar esta plaga es la muerte de la palmera, aunque también provocan daños estéticos muy importantes en aquellos ejemplares en los que se ha podido combatir la plaga a tiempo.
A la hora de enfrentarse a este problema se suelen utilizar tanto técnicas de prevención como técnicas curativas. Algunas palmeras atacadas se pueden recuperar en cuestión de meses o incluso algunos años. Los tratamientos son diversos e incluyen: fumigaciones con insecticidas específicos, inyecciones en tronco de fitosanitarios, así como tratamientos que utilizan la lucha biológica.