Iván M. Prado Rodríguez
El pulgón
A pesar de que ahora nos parezca difícil creerlo, en un par de semana seguramente el calor y el buen tiempo volverán a alegrar nuestro jardín y terraza. Pero ojo, habrá que vigilar el jardín, pues con ellos también vendrán asociados, la sequedad ambiental y la falta de aireación, dos factores que sumandos al calor son los reclamos perfectos para atraer huéspedes no deseados a nuestras plantas. Es por eso que hoy, queremos hablaros de un grupo de estos seres indeseados muy habitual, y muy conocido por la gran mayoría de los aficionados a las plantas: los pulgones. Una plaga habitual desde mediados de primavera hasta finales de verano, que no es muy problemática si se descubre a tiempo, pero que puede llegar a ser letal o cuanto menos muy dañina si no la atajamos con rapidez.
El pulgón, también conocido como áfido, es un insecto fitófago dotado de un largo pico afilado con el que perfora los nervios de las hojas tiernas de las plantas para después succionar los fluidos que por ellos circulan. Lo que puede provocar daños importantes en las plantas jóvenes. Una planta que se encuentre fuertemente infestada puede sufrir múltiples daños, como la reducción de su crecimiento, el desprendimiento de las flores y los frutos, o importantes daños estéticos. A mayores de estos daños, hay que tener muy presente que los pulgones son los principales transmisores de virus fitopatógenos cuando se trasladan de una planta infectada a otra sana.
La presencia tanto de hormigas que se alimentan de las gotas de melaza que secretan los pulgones, o del hongo Negrilla (Fumaginas sp.), de color negro y que aparece sobre la melaza, afeando la planta y perjudicándola al impedir la fotosíntesis, son síntomas casi inequívocos de que una plaga de pulgón está presente en nuestras plantas. En estos casos no sólo tendremos que lidiar con los pulgones sino que también habrá que tratar a la planta contra la Negrilla, y combatir a las hormigas, pues aunque ellas no generan el mal en las plantas, si son quien lo difunden.
Con algo de observación es muy fácil detectar los pulgones, pues su alimentación da lugar a síntomas muy característicos. Uno muy claro es ver al propio insecto, éste es muy pequeño, en torno a los 2 mm, de consistencia suave y suelen tener alas (los hay sin ellas), viven en colonias y su color puede variar del blanco al negro, pasando por el amarillo o el verde. Otro síntoma típico son las hojas enrolladas, pegajosas y los brotes atacados. Las manchas amarillas o de color verde pálido nos indican los puntos de picadura.
Una buena práctica para evitar su presencia es la eliminación de las malas hierbas y los restos de cultivo del jardín, para que no se refugien allí. Si el ataque es débil, suele ser efectivo cortar las hojas y los brotes dañados.
Si la plaga es intensa lo más aconsejado es utilizar un insecticida sistémico, es decir, que se traslada por la savia, de modo que el pulgón lo ingiera cuando trate de alimentarse de la planta. Lo mejor es tratar a los primeros individuos, ya que disminuyen mucho la capacidad de proliferación de la plaga.
Los pulgones se desarrollan con gran rapidez por lo que siempre es mejor tratar la planta cuando se detecten los primeros síntomas. Los tratamientos han de repetirse varias veces a lo largo del año, ya que tienen varias generaciones. Así, es habitual dar un tratamiento al mes en primavera y verano, aunque siempre se debe verificar si hay o no hay antes de tratar. Es importante asegurarse de que los tratamientos alcancen bien el envés de las hojas y que estas queden bien mojadas por el producto.
Si preferimos remedios ecológicos, hemos de tener presente que el pulgón tiene muchos enemigos naturales (mariquita, crisopa, pequeñas avispillas que los parasitan), pero ninguno lo controla completamente. La mariquita, la crisopa, las avispillas, etc. son colaboradores que se deben proteger, evitando su destrucción mediante tratamientos con productos de amplio espectro.
Una solución muy efectiva contra el pulgón es pulverizar las plantas afectadas con agua jabonosa o con agua templada a presión. También es muy utilizado otro remedio que consiste en una infusión a base de ortigas. Si son árboles los afectados coloque en la corteza cintas pegajosas; ahí quedarán atrapados.
Por último, plante cerca de las especies más sensibles: madreselva, lupino, dedalera u ortiga, todas éstas actúan como repelentes naturales del pulgón.
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