Iván M. Prado Rodríguez
Un jardín en la pared
Hace ya tiempo que tener un jardín en la pared es posible, lo cual suele ser motivo de alegría para aquellas personas amantes de las plantas que no tienen mucho espacio en donde situarlas. Este tipo de jardines también son una buena alternativa para llenar las ciudades de vida y naturaleza, pues permiten dotar a los edificios y muros de una cobertura vertical vegetal perfectamente integrada en su diseño.
La idea de pared viva no es nueva. De hecho, las plantas trepadoras han sido utilizadas tradicionalmente en casas, edificios y muros, entre otras superficies verticales, como elementos decorativos adicionales. Sin embargo, en este nuevo uso, el elemento vegetal es visto como una parte esencial del diseño de las estructuras.
En países como Alemania y Suiza llevan años usando este tipo de cubiertas vegetales. Poco a poco se van expandiendo a edificios públicos y privados de todo el mundo, que optan por instalarlas en combinación con una buena orientación y una necesaria coherencia con el entorno, lo que les aporta sus más que demostradas ventajas medioambientales, económicas y estéticas.
Con este tipo de recubrimiento logramos una serie de ventajas muy interesantes pues con su creación conseguimos aprovechar el terreno edificado (sobre todo en ciudades), donde las estructuras verticales se convierten en zonas verdes adicionales a nuestra ciudad. Ayudan a mejorar estéticamente las estructuras, y las llenan de vida y movimiento, de forma que el espacio vivo cambia con las estaciones. Se crea un espacio de hábitat para aves y microfauna. Mejoran la climatización del edificio, ya que reducen la pérdida de calor en invierno, y ayudan a bajar las temperaturas en verano (sobre todo en espacios urbanos). También nos permiten reducir el consumo de energía en invierno (ya que al reducir la pérdida de calor ahorramos en calefacción y similares), y actúan como barrera acústica, pues ayudan a filtrar contaminantes y metales pesados del agua de lluvia, así como a reducir las partículas atmosféricas contaminantes presentes en el aire.
Normalmente, los jardines verticales se instalan a base de módulos o paneles, que quedan ensamblados en una estructura metálica pegada al muro y conectados mediante un sistema de riego por goteo. La vegetación de cada módulo o panel se sitúa dentro de un soporte geotextil que contiene un sustrato ligero; la plantación se suele realizar tres meses antes de su instalación final.
Los jardines verticales se pueden instalar en cualquier pared, de cualquier tamaño, tanto al aire libre como dentro de espacios cerrados. De hecho su uso en lugares en donde hay poco espacio para jardines convencionales es cada vez mayor. Sitios perfectos para estos jardines son las fachadas de los edificios, los muros de los patios, terrazas estrechas, etc, pero también son buenas opciones, oficinas, cocinas, salas de espera, así como otros muchos espacios interiores, siempre y cuando cuenten con un nivel adecuado de iluminación, tanto natural como artificial.
Se cual sea la ubicación, un jardín en la pared es siempre una gran solución para romper con los rígidos elementos arquitectónicos presentes en las ciudades, acercándonos a la naturaleza y haciendo un mejor aprovechamiento de los recursos energéticos que disponemos.
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