Los bordillos de jardín
Iván M. Prado Rodríguez
Hay pequeñas estructuras y elementos de jardín que, a pesar de pasar desapercibidas con frecuencia, son de gran utilidad, pues facilitan el cuidado del espacio, contribuyen a organizarlo y evitan males innecesarios. Los bordillos de jardín pertenecen a este tipo de elementos, útiles y fundamentales para cualquier jardín. Su diseño está, por lo general, pensado para integrarse con el entorno y hacer que sean casi imperceptibles y molesten lo menos posible.
Su uso viene de lejos, pues ya en los inicios de la jardinería se empezaron a delimitar algunas zonas plantadas con flores y cultivos para protegerlos y facilitar su mantenimiento. Los primeros elementos utilizados fueron aquellos que estaban más a mano, como piedras o pequeñas ramas. Poco a poco, estos elementos fueron dando paso a elementos algo más elaborados como ramaje trenzado, tablas de madera, o piedras cortadas, de forma que no sólo eran elementos útiles sino también decorativos.
A medida que el mundo de la jardinería fue ganando importancia los elementos delimitadores eran cada vez más habituales y más complejos. Se empezaron a crear los primeros bordillos y separadores específicos, tanto para zonas de cultivo, como para las zonas de paso. A finales del siglo dieciocho empezaron a aparecer en los jardines elementos de separación realizados con barro cocido decorado con distintos motivos, así como elementos de hierro forjado con complicados diseños, que si bien protegían a las plantas de intrusos no ayudaban precisamente a facilitar su mantenimiento. A principios del siglo diecinueve, aparecieron los primeros bordillos separadores de cemento, que fueron rápidamente sustituidos por bordillos de cemento y hormigón armado. Posteriormente, empezó a expandirse el uso de los perfiles fabricados con chapa de hierro, lo que constituyó el impulso definitivo para la utilización habitual de elementos separadores en el jardín. Entre las ventajas que proponía este tipo de material, destacaban su bajo precio, su rapidez de instalación y su larga duración.
La utilización de los separadores del jardín poco a poco fue aumentando sus distintos usos, de forma que además de ser elementos de ornamentación que nos facilitan el cuidado y la protección de las plantas, también nos ayuda a evitar que los pavimentos se puedan deteriorar por la acción de la climatología, el paso de personas o de vehículos.
En la actualidad, los bordillos y separadores de jardín se fabrican en todo tipo de materiales, formas y medidas. Por ello, a la hora de decantarnos por alguno, es importante analizar el fin que le queremos dar al jardín, de manera que el elemento que elijamos se adapte lo mejor posible a él. Otro aspecto a tener en cuenta es la climatología del lugar, ya que influirá en la elección del tipo de material y en su forma.
Los bordillos, sobre todo si son bajos, se diseñan teniendo en cuenta la seguridad de los usuarios del jardín. De forma que cuando están correctamente instalados generalmente se puede pasar un cortacésped o una desbrozadora por encima o por sus laterales, sin riesgo de accidente para las personas.
A la hora de elegirlos, hay que poner especial atención a los bordes superiores de los distintos elementos que vayamos a instalar. Debemos evitar los cortes producidos por aristas o elementos punzantes; de poder elegir, lo mejor es optar por estructuras de bordes romo.
Las separaciones de polietileno y de PVC suelen ser las más económicas. Su colocación es sencilla, y son fáciles de manejar (bajo peso) y moldear (muy flexible). Son perfectas para trazar curvas o para realizar figuras. No son muy adecuadas para las líneas rectas.
Las separaciones en aluminio son más caras que las de PVC, pero también son ligeras y flexibles, y resisten mejor a la climatología adversa. Por lo general presentan uniones rápidas y sencillas. Son muy útiles para formar líneas rectas.
Los perfiles divisores en acero Corten, en acero galvanizado, o en acero Inoxidable, son todos resistentes y duraderos, pues vienen tratados contra la corrosión. Su utilización además de suponer un precio superior a los anteriores, implica una mayor dificultad en su instalación. A la hora de trazar curvas con ellos, generalmente se necesita de máquinas especiales.
Los bordillos de madera tienen una duración de unos 5 a 25 años, dependiendo del tipo de madera y de su tratamiento posterior. Su precio es bastante asequible, y son fáciles de integrar en el jardín. Destacan las pequeñas vallas en rollo, compuestas por tiras de madera tratada sujetas por alambre, así como las traviesas tratadas similares a las antiguas de los ferrocarriles. Se debe tener cuidado con las astillas.
A mayores de estos materiales, también podemos encontrar o utilizar otros, aunque es importante recordar que el mejor separador de jardín, es aquel que una vez instalado no se percibe pero nos proporciona un jardín cuidado, ordenado y a nuestro gusto.
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